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lunes, 28 de septiembre de 2009

#Capitulo1: Escapada

Tengo que hacerlo, tengo que hacerlo- me repetía una y otra vez mentalmente mientras doblaba las sabanas de mi cama, si me iría al menos no debería ser tan descortés y ordenarla no?.
Una vez terminado me senté en la esquina de la misma para tranquilizarme y organizar un poco mis ideas, haber no es que yo tuviera una especie de mochila multiusos para una escapada improvisada por tiempo ilimitado, tampoco el dinero suficiente como para comprarme un pasaje de avión e irme MUY lejos, ni mucho menos un amigo esperándome en la calle con un auto y el motor del mismo en marcha, en resumen: carecía de lo que la personas normales y cuerdas llamarían un plan.

Aunque tampoco es que en este momento eso importara demasiado, lo único importante era que debía irme y rapido, hoy mismo debía hacerlo, ya mañana sería demasiado tarde puesto que las clases comenzarían y perdería cualquier oportunidad que tuviera de escapar de aquel maldito infierno.

Me levante tome un bolso lo bastante grande en el que guarde un poco de dinero y otras cosas que supuse que serian necesarias, lo serré me lo eche al hombro y me dirigí al armario mientras guardaba mi celular en el bolsillo trasero de mis vaqueros.
Tome una chaqueta negra bastante sencilla con capucha y se cerraba al frente con tres botones plateados y me la amarre a la cintura, solo me Decidi a llevarla porque al mirar por la ventana esta mañana parecía bastante fría y como dice el dicho: mejor prevenir que lamentar.
Cuando creí que llevaba todo lo necesario me coloque frente al gran espejo de madera a darme un ultimo vistazo, mi cabello aun estaba un poco húmedo por el baño que me había dado hace como media hora pero de resto seguía igual liso cayéndome hasta los hombros y con cada una de sus puntas levantadas en direcciones diferentes, del mismo castaño claro de siempre ya que nunca en mis dieciséis años de vida lo había pintado, el tono de mi piel tampoco había cambiado seguía igual de pálido como siempre por más sol que recibiera lo único que lograba era que mi piel se tornara de un feo color rojizo y sin embargo seguía siendo pálida, y mis ojos que hasta el momento no tengo ni idea de cuál es su color preciso ya que soy de esas personas extrañas a las que le cambian de color según su estado de ánimo o algo así según me había dicho mama, en este momento parecían aqua o algo así y debajo de ellos habían unas grandes ojeras, aunque supongo que era de esperarse ya que en toda la noche anterior no logre conciliar el sueño pensando en como se supone que aria hoy, aunque sin demasiado éxito ya que a estas alturas continuaba sin tener plan alguno.

Cuando me disponía a salir de mi habitación ¡Bum! caí al suelo –demonios-pensé, definitivamente tenía que dejar de ser tan torpe de ahora en adelante, me levante y me quede en cuclillas un momento mientras amarraba los cordones de mis desgastadas converse negras, que eran las que habían ocasionado mi estúpida caída, francamente yo tenía que ser excepcionalmente torpe porque es decir quien se cae en su propia habitación por tener desatados los cordones de los zapatos?, que patico.

Salí de la habitación lo más silenciosamente que pude pero antes de bajar las escaleras me detuve fuera de la habitación de mis padres, pegue mi oreja a la puerta y agudice el oído lo mayor posible, aunque no hizo falta que lo hiciera demasiado ya que con solo medio pegarme a la puerta se podían escuchar los sordos ronquidos de mi padre, si mi madre podia soportar dormir con semejante ruido justo a su lado dudo que llegara a escuchar mis pasos, aunque uno nunca sabe, cuando baje las escaleras tratando de ser lo más silenciosa posible tomando en cuenta que cada escalón que pisaba cada escalón que crujía con aquel desquiciante chirrido que instintivamente me hacia girarme hacia la habitación de mis padres a ver si ya me habían descubierto.

Cuando logre bajar al fin me detuve en la cocina y abrí aquella nevera que era como dos veces mi altura y unas tres veces mi ancho, tome un vaso de vidrio y vertí un poco de agua en el, después desvié la mirada hacia un pequeño reloj que se encontraba guindado en la pared, las cinco y treinta, hum- supongo que no era tan extraño que mis padres no me hubieran descubierto aun, después de todo ellos no eran de ese tipo de personas madrugadoras ni mucho menos, siempre se la pasaban quejándose de lo molesto que les resultaba el sol, supongo que los entendía, ellos tenían sus razones, así que casi siempre despertaban como a eso del medio dio y si acaso un poco antes.

Volví a tomar mi bolso que antes había puesto un momento sobre el mesón de la cocina y me dirigí a la entrada, tome mis llaves, suspire profundamente y abrí la puerta…